martes, 3 de agosto de 2010

¿Libertades ilimitadas?

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El 15 de julo publicamos un post en el que nos referíamos a la alegría del pueblo uruguayo por la conquista del cuarto puesto, de nuestra selección nacional de fútbol, en el último Campeonato Mundial.
Allí decíamos de la necesidad de infundir a la población una actitud positiva. Pero qué lejos estábamos de esa utopía.
Leemos en el diario El País del día de hoy algo que nos vuelve a la realidad




¿Libertades ilimitadas?
Durante varias semanas, a toda hora y en todos los lugares habidos y por haber, el Uruguay entero festejó la actuación del seleccionado nacional de fútbol antes y durante el campeonato mundial realizado en Sudáfrica. No sólo se elogió el desempeño del equipo en los campos de juego -ocupando un honroso cuarto lugar en la tabla de posiciones final- sino, primordialmente, se valoró el comportamiento, la conducta, la urbanidad, la mesura y la corrección de cada uno de sus componentes y de su ejemplar cuerpo técnico.
El Uruguay, pues, vivió esa fiesta en la capital y en cada una de las ciudades y villas, en cada rincón del país. Se sintió el orgullo y se palpó la alegría de ser uruguayo por encima de divisiones partidarias e ideológicas, de razones y de condiciones sociales, de edades y de grados de cultura. Se vivió la fiesta de la unidad nacional. El color celeste impregnó todos los corazones.
Han transcurrido pocos días desde ese entonces. ¿Con qué nos encontramos hoy? Leemos la prensa, oímos las radios, vemos los canales de televisión y creemos estar en otro país. Las noticias policiales nos abruman: asaltos, copamientos, estafas, violaciones, incestos, crímenes, violencia bajo todas sus formas... Nos consolamos diciéndonos que ningún lugar del planeta es ajeno a estos extravíos. Es verdad. Pero nuestra propia autoestima -¿exagerada?- nos impulsa a pensar que somos distintos, que tenemos "algo" superior, y que, a nivel de masas, podemos llegar a abrazarnos con el vecino e, incluso, con el adversario. Esto ya fue, porque el efímero "culto a la celeste" es cosa del pasado, lamentablemente.
Así lo demuestra el poder sindical, el principal agente socavante de nuestro sistema democrático. Desde hace un mes está preparando las acciones que llevará a cabo mientras el Parlamento debate sobre el próximo presupuesto.
Los profesores de Secundaria, agrupados en ADES, pioneros en la materia, realizaron un paro no para disponer de más tiempo a fin de encarar el estudio de problemas pedagógicos sino para organizar futuras movilizaciones en procura, dicen, de obtener el 6% de aumento para la enseñanza.
Por su parte, los funcionarios universitarios, los no técnicos nucleados en AFUR ocupan numerosas facultades (Medicina, Arquitectura, Odontología, Agronomía, Ciencias Económicas, Comunicaciones, Ciencias Sociales, Enfermería, etc.) reclamando, también el referido incremento del 6%, aunque el Rector haya advertido que la Universidad "debe pensar en las necesidades de la República porque a ella se debe".
A su vez, el PIT-CNT anuncia un paro parcial para el 19 de agosto pero agrega que recién el 3 de setiembre reunirá a sus delegados a fin de considerar la posibilidad de efectuar, posteriormente, un paro general de actividades.
Manejando su disconformidad con el plan esbozado por el PIT-CNT, la Confederación de Funcionarios del Estado (COFE), ostenta un mayor radicalismo al anunciar que declarará un paro general en toda la Administración pública para el día 26 de agosto. Y, ni lerdos ni perezosos, los aludidos dirigentes de la burocracia estatal decretaron que, en las dos semanas precedentes a esta fecha, realizarán "asambleas preparatorias" del paro general en los ministerios y servicios descentralizados.
Ahora bien, en el supuesto caso de que no se puedan realizar esas "asambleas", COFE advierte, desde ya, que ocupará los lugares de trabajo correspondientes.
Una minoría de sindicalistas piensa que hay apresuramiento y hasta irresponsabilidad en esas decisiones.
Dado que el tema de la reforma del Estado se maneja por doquier, es oportuno preguntar: ¿se decidirá alguien a establecer limitaciones al Poder Sindical, en aras de defender el bienestar público y la vigencia real de nuestra democracia?
¿Se le ocurrirá a alguien hacer caer todo el peso de la ley sobre los dirigentes gremiales que impongan que los puertos dejen de operar? ¿Puede admitirse que un reducido grupo de personas decrete, por sí y ante sí, el cese de las importaciones y exportaciones, el suministro de alimentos vitales a la población, la generación de agua potable y de electricidad, la cesación del transporte colectivo y del sistema general de salud? ¿Cuáles son los límites de la libertad sindical?
El País Digital

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