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El Plan Ceibal es el puntapié inicial de los cambios que nuestra educación necesita. Ahora es el momento de ir más allá. Debemos complementar las computadoras XO con otro accesorio de alta tecnología: el trapo de piso.
Autor: Gonzalo Frasca, Ph.D.
Cuando empiezan las clases, al igual que en todas partes del mundo, los escolares japoneses reciben una lista de útiles. Además de cuadernos, cartuchera y lápices, los maestros les piden que compren un zokin. Esta palabra japonesa no es el nombre de un netbook ni de un celular último modelo. El zokin, en japonés, es el viejo y querido trapo de piso.
Un par de veces por semana, los niños y niñas de todas las escuelas niponas se dedican al o-soji (limpieza). Toman sus útiles escolares (trapo, detergente, guantes de goma) y, en equipo, limpian el salón de clase, los corredores e incluso los baños.
No es sorprendente que casi no existan casos de vandalismo en los centros educativos japoneses. ¿Quién va a ensuciar adrede algo que luego tendrá que limpiar?
Al limpiar su escuela, los niños japoneses se apropian de ella. Es decir, la sienten propia, la hacen suya. Deja de ser un lugar impuesto, deja de ser un lugar de nadie porque es de todos.
Lo genial del o-soji es que funciona colectivamente. Si un niño pasado de listo ensucia una pared, no está jodiendo al sistema sino que se expone a las represalias de sus propios compañeros, que son los que van a tener que limpiar.
Hace unos días vi en el informativo una escuela uruguaya que había sido vandalizada por adolescentes, quienes destrozaron pizarrones y bancos. Me pregunto si no se podría haber prevenido con unos años de o-soji.
Anteriormente escribí sobre lo bueno que era el plan Ceibal para las niñas (ver el link en Contenidos Relacionados), porque les daba independencia y autoestima con la tecnología. No se imaginan lo bueno que sería el Plan Trapo de Piso para los varones. Porque si acostumbramos a niños y niñas a limpiar juntos, ambos aprenderían que la limpieza no es cosa exclusiva de mujeres.
Aclaro que soy un viejo cascarrabias. Por eso, cuando pienso cómo se podría implementar algo parecido en Uruguay, mi primera reacción es cínica. Me imagino que el gremio de funcionarios defendería con uñas y dientes sus puestos amenazados con pancartas que dirían “¡No al trabajo infantil!”. Los docentes, suficientes, dirían: “¡Yo no me pasé tantos años estudiando la Pedagogía del Oprimido para venir a fregar pisos con estos mocosos!”. Y los padres y madres: “¿Fernandito? ¿Limpiando guáteres? ¡Voy a hacerle un juicio al Estado por exponer a mi nene a riesgo biológico!”
Lo bueno es que me equivoco muy a menudo. Como vimos recientemente con la selección, los equipos humanos pueden sorprendernos y, cuando están motivados, pueden hacer en poco tiempo lo que antes parecía imposible.
Los funcionarios deberían entender que nadie les va a quitar su trabajo. Los maestros deberían entender que su misión no es machacar con diptongos y blandengues, sino educar gente. Y los padres, que la mejor manera de evitar que el nene se enferme es, justamente, enseñarle a ser limpio.
Más allá de los palos en la rueda que puedan aparecer, el Plan Trapo de Piso es infinitamente más barato e infinitamente más simple de implementar que el Plan Ceibal. Y su impacto en nuestra sociedad puede ser igual de grande.
No hace falta esperar a un verticalazo de un Ministerio para implementarlo. Se puede hacer hoy mismo. Puede empezar usted, maestro, maestra, padre, madre, director, directora, alumno o alumna.
Simplemente hay que arremangarse y empezar a fregar para limpiarle la cara a nuestro mugriento sistema educativo. Sólo hace falta un simple trapo de piso.-
Gonzalo Frasca, Ph.D.
Diseñador, Empresario e Investigador
Powerful Ro
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