Los resaltados son nuestros
Soberbia progresista
Washington Beltran Storace
Si las mayorías no pueden decidir en materia de derechos humanos, como sostuvieron el ex presidente Vázquez y luego el canciller Almagro aludiendo a la Ley de Caducidad ¿quién es el que puede decidir? ¿Para qué se convoca a plebiscito? ¿Cuál es la utilidad de plantear plebiscitos que si arrojan un resultado adverso no se piensan cumplir? ¿Por qué no se advirtió desde un primer momento que el pronunciamiento popular iba a ser respetado sólo si apoyaba lo que el oficialismo quería? ¿Utilizaron al pueblo -el soberano- como cómplice de una farsa o como objeto de una formidable estafa?
Si hay algo que está claro, es que en una democracia -como se supone que existe en Uruguay- las decisiones no se toman por minoría. No se aprueba aquello que menos votos tiene y se rechaza aquello que apoyan los más, porque de aceptarlo provocaríamos el descalabro de toda nuestra institucionalidad. Los ejemplos son obvios.
Si se convoca al pueblo para que dé su opinión sobre determinado asunto, se supone que se va a respetar su decisión. ¿O es que solo se respeta si coincide con la del gobierno? ¿Sirve la mayoría para elegir al gobierno, pero no cuando opina distinto a él?
En una democracia mandan las mayorías. Es la norma general que puede tener excepciones en los contrapesos que la propia institucionalidad se autoimpone para evitar los excesos de esas mayorías y se encuentran en la independencia y fortaleza del Poder Judicial. Él y solamente él pone los límites a las decisiones de esas mayorías actuando de acuerdo a la Constitución, que es el conjunto de normas que la nación ha adoptado para regir su convivencia. No hay minorías iluminadas. Un grupo de ciudadanos, por más que integren el Poder Legislativo, no pueden desconocer los pronunciamientos de la mayoría, porque directamente no les compete; por el contrario, deben acatarlo. Mucho más cuando ello ocurre por dos veces en un lapso de 20 años. Decir que no tiene razón lo que decide la mayoría es asumir una función que no les corresponde, es usurpar el derecho del soberano, desconocerlo, pisotearlo y autoinvestirse por la fuerza de una potestad que no tienen. Es un golpe de Estado técnico o directo, según como quiera llamársele pero que no cambia su esencia.
Una mayoría regimentada dentro del Poder Legislativo está a punto de ingresar al detestable grupo de los que han incurrido en esta conducta, tras pegar una sonora bofetada al pronunciamiento popular que ellos mismos convocaron. Está dispuesta a ignorar lo que decidió por dos veces el soberano y consagrar que el voto de 16 ciudadanos que ocasionalmente son senadores, puede más que el del millón y medio de uruguayos que en octubre de 2009 optó por dejar las cosas como estaban y decidió no tocar la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado.
Lo que la dictadura no hizo cuando en el año 1980 el soberano le dijo NO a su proyecto de reforma constitucional, lo va a hacer la mayoría del Frente Amplio con la honrosa excepción del senador Jorge Saravia (Nin Novoa y Fernández Huidobro que, en un principio estaban en la misma línea, finalmente defeccionaron).
A partir de ese momento, habrá un antes y un después en materia de consultas ciudadanas. El gobierno de turno tendrá un derecho a veto sobre esos pronunciamientos si son contrarios a sus veleidades. De facto desaparece un capítulo de la Constitución de la República -justamente el referido a la democracia directa- y de facto se introduce otro que consagra la potestad de los gobiernos de decidir en caso de plebiscitos, si se toma en cuanta la voluntad de las mayorías o de las minorías.
Creo que la suerte está echada. Que hay una mayoría de "iluminados" que sustituirán al soberano y hay otros que van a levantar la mano, aunque no están de acuerdo con lo que hacen, porque sienten que "sus electores, al igual que el cuervo en el poema de Poe, están encaramados allí en su bufete del Senado, graznando `nunca más`, mientras él emite su voto... Pocos senadores se jubilan por su gusto". (John F. Kennedy, "Perfiles de Coraje"). El miedo al "nunca más" es más fuerte que la fuerza de sus convicciones y la conciencia de su deber.
Solo espero que la historia los recuerde y recoja sus nombres, porque se ingresa a un camino de desprecio de las instituciones democráticas, que no se sabe dónde termina ni adónde nos puede llevar.
Tal vez sea la hora de un poco menos de soberbia progresista y mucha más humildad republicana.
El País Digital
1 comentario:
Excelente el artículo,no lo había visto todavía...
ya lo republico, dice las verdades tal cual son, después que no se llamen a engaños.
Publicar un comentario