sábado, 26 de noviembre de 2011

DISERTACIÓN DEL PROF. RODOLFO M. FATTORUSO

En ocasión de cumplirse un nuevo aniversario del natalicio de José Gervasio Artigas., 19 de junio, 2011.

La disertación del día de la fecha está a cargo del Prof. Rodolfo Fattoruso con dos temas: “Semblanza del Prócer” y “Situación actual del país”.
"Buenos días a todos en esta jornada que es importante para los que estamos acá y para muchos de los que no pueden estar, que deberían estar entre nosotros, pero que no pueden estar en este momento. Porque es nada menos que nuestro acercamiento, nuestra evocación de la figura de Artigas, del Gral. Artigas, que es la fuente y centro de nuestra nacionalidad. Es muy difícil circunscribir la figura del Gral. Artigas a una gestión o solamente a un conglomerado de ideas, porque ha sido vasta, ha sido diversa, ha sido profunda, ha sido viva. Por eso me parece adecuado, en el espacio breve de una conferencia, hablar de un legado que es el conjunto de las acciones, de las ideas, y sobre todo, de los ejemplos que definen una moral, un compromiso y una vocación que son comunes a todos los orientales.
Artigas luchó por la libertad, luchó por la justicia, luchó por la Independencia, luchó por la decencia pública y lo hizo en una época en que no era fácil pronunciarse sin riesgo. Hubiera sido más cómodo para él, como lo es hoy para cualquier ciudadano, seguir revistando donde estaba, asimilarse al gusto dominante y dejar que la historia discurriera a su lado sin inmutarse.
Pero en un momento, el 15 febrero de 1811 dijo “No, no más. Esto es intolerable, estas son las fronteras que un hombre decente no puede atravesar sin sentirse culpable, sin sentirse traicionando a los suyos, sin sentirse traicionando a sus valores.” Artigas supo decir no, en el momento en que había que decir no, pero ese no, no es una negación, es una afirmación de valores, es una afirmación de principios. A lo largo de la historia, todas las generaciones hemos venido recogiendo esos valores, rescatando ese legado, celebrando aquellos episodios y aquellas ideas. Lo hemos hecho con distinta intensidad, pero siempre centrados en un aspecto central y fundamental que es el de reconocer que en ese legado y en esa enseñanza está nuestra naturaleza como Nación. ¿Qué somos los orientales sino aquello que Artigas soñó que debería ser una Patria? ¿Qué somos los orientales sino aquello que Artigas pensó como Orden Jurídico, como Orden Político? ¿Qué somos los orientales sino aquello que Artigas fue como ser moral, como persona, que cultivó el estoicismo, el respeto, la tolerancia?
Todas las veces que el pueblo oriental ha recordado la figura de Artigas ha recordado estos valores, pero no como un recuerdo de museo, sino que lo ha recordado como se tienen que recordar las cosas vivas: con la conducta, con el pensamiento, con el compromiso. Recordar a Artigas no es estudiar historia; estudiar historia es importante y hay que estudiar historia, pero recordar a Artigas es pensar en la parte que nos toca de ese legado que Artigas nos ha dejado. Es muy fácil visitar un museo y recorrer sus salas y uno hace un ejercicio de memoria, un ejercicio de arqueología cultural. No es tan fácil decir hay que ser Artiguista hoy, a pesar de todos los pesares. Y eso, en cada generación de orientales, cada 19 de junio se ha recordado una y otra vez. A los otros, los que estamos acá, y también a los que no pueden estar acá pero que están con nosotros, nos ha tocado circunstancias difíciles para recordar a Artigas. No es lo mismo recordar a Artigas hoy que hace 50 años. No es lo mismo una celebración del 19 de junio hace 30, 40 o 60 años que hoy. ¿Qué había entonces que hoy no hay? Había fuego diseminado en el corazón de todos los orientales; estaba esa antorcha que Artigas encendió y que de generación en generación se ha ido transmitiendo y nos ha ido permitiendo construir este hogar de paz, de libertad, de respeto, de amor a la ley y de amor a la decencia. Esas cosas hacían si se quiere, más fácil la memoria en otras generaciones, cuando era otra la realidad.
Hoy no es tan sencillo recordar a Artigas. Es así porque hoy cada vez somos menos los que tenemos la necesidad de mantener vivo ese legado y cada vez es más el empuje que hay para el olvido, para borrar de la historia aquello que somos. Hoy es muy difícil mantener en alto la memoria del compromiso que nos legó. No se puede hacerlo sin costo; lo sabemos muchos de los que estamos acá, y lo saben muchos de los que no pueden estar por nosotros, porque están extraditados, o porque están en prisión indebidamente. Es muy difícil mantener en alto la identidad, la personalidad, la tradición, los valores que representa el legado de Artigas. Nos gustaría celebrar este Aniversario de Artigas en otras circunstancias; nos gustaría que fuera otra la realidad, pero la realidad es ésta y estamos acá, y no podemos hacer otra cosa que afrontar esta realidad. Una realidad que no es amistosa con los valores de la República, que no es amistosa con los valores de la libertad, que no es amistosa con los valores de la moral pública y que no es amistosa con los valores de la Justicia.
Estamos viviendo en un mal momento, quizás en el momento más oscuro de nuestra historia y tenemos que ser conscientes de eso justamente un día como el de hoy, un día que recordamos la figura de Artigas. Porque es esa fuente la que nos permite estar plantados como estamos y no sumarnos a la caravana de los renuncios, de las traiciones, de los silencios, de las indiferencias. Esta realidad está pautada por muchos aspectos negativos, y voy a mencionar algunos: lo más grave que estamos viviendo es una pérdida de calidad institucional, es una pérdida de confianza en las instituciones que desde siempre forjaron nuestra realidad y fueron garantes de nuestras libertades.
Hoy hay una rebaja de la calidad institucional, una rebaja dramática; se ha erosionado de tal manera la calidad institucional que hoy no sabemos dónde estamos parados ni ante quién estamos hablando.
La formalidad de la ley ha perdido su peso, el contenido de la ley ha perdido su convicción. Hoy todo es posible, lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto. Esa es una realidad dramática y trágica por las consecuencias que tiene y por lo que va a generar. Miremos lo que ocurrió con el tratamiento de la ley de la revisión de la ley de caducidad, el intento de la anulación de la ley de caducidad: masivamente el partido de gobierno decidió que la voluntad soberana debía estar subordinada a la voluntad de una instancia, de un partido político. Cientos de miles de votos convocados por ese mismo partido político que organizó el último referéndum fueron despreciados por la voluntad más que soberana de una instancia partidaria de uno de los partidos políticos.
Si la soberanía nacional está exclusivamente remitida al Plenario del Frente Amplio estamos en un problema muy grave. Todos los que estamos acá nos educamos en el principio de que la soberanía nacional residía en la nación. ¿Y qué es la nación? Es el pueblo organizado, enmarcado en torno a los valores que nos ha dejado un legado artiguista. Pero hoy no vivimos bajo el principio de que la soberanía nacional reside en la nación. Hoy estamos habitando en la realidad en que la soberanía nacional reside en una instancia partidaria y eso es grave, es realmente grave, pero más grave todavía es que eso ocurre frente a la indiferencia de la mayoría de la población. Eso ocurre frente a la indolencia de los medios de comunicación, frente a la falta de alarma de la sociedad, porque esto sí que es un motivo de alarma, un motivo de emergencia. Si los reflejos morales de la sociedad estuvieran funcionando bien, si el efecto narcótico de una prédica trabajada desde hace muchos años frente a nuestra total incapacidad para afrontarla no hubiera tenido tanta prosperidad a la sola insinuación de la violencia a la soberanía nacional, la sociedad se hubiera pronunciado de manera rotunda, de manera terminante.
Pero no fue así; fue una noticia periodística que un día ocupó un titular y al otro día dejó de ocupar un titular. Y hoy nos enfrentamos al hecho de celebrar el 19 de junio recordar Artigas, y yo me pregunto ¿Qué es lo que vamos a recordar?
¿Vamos a hacer un ejercicio de memoria o vamos a hacer un ejercicio de compromiso? Porque si vamos a hacer un ejercicio de memoria, hablamos de historia, contamos los acontecimientos. El problema es que no enseñan la historia a los jóvenes.
Tenemos tres grandes problemas: institucional, de seguridad y de educación. La educación es la nave insignia de las acciones de este gobierno marxista. ¿Por qué es la nave insignia? Porque es desde ahí, desde donde empiezan a adormecer y a reorientar los valores de nuestros hijos, de nuestros nietos; por eso dejaron y dejan que se deteriore; por eso había que producir, a partir del deterioro, los cambios que finalmente se han producido, con la resultante modificación del relato de la historia, politizar lo que los chicos reciben, para que se conviertan en futuros militantes de una fuerza política y no en ciudadanos de un país libre.
Por eso la educación está mal; no es un problema técnico, no es que los que manejan la educación no sepan, aunque nunca hay que despreciar el peso de la ignorancia y el peso del oportunismo en las cosas públicas. Pero no es por ignorancia que ellos dejan que la educación esté así. Esto es deliberado; esto es un proyecto. No se puede hacer una transformación revolucionaria en dirección del marxismo dando una educación liberal, dando una educación de valores que hagan respetar la tolerancia, que hagan respetar las instituciones. Hay que dar una educación en sentido contrario, si no, falla el proyecto. Por eso la educación ha sido un botín. Lo consiguieron, y hoy es la nave insignia. Detrás de la educación marcha la transformación revolucionaria de Uruguay hacia el marxismo. Hacia dónde vaya la educación es a donde irá el resto del país. A la educación la acompañará luego la economía, a la educación la acompañará luego la justicia.
La educación va abriendo el camino, porque va bajando la importancia que tiene la tradición, porque va erosionando los valores que desde siempre nos caracterizaron y porque va reorientando la interpretación histórica y, principalmente, porque está politizando, desde los momentos más tiernos del niño ya lo van politizando como lo hacían con los ballili en Italia, como lo hacen en Cuba y como era en la Unión Soviética. La idea es politizar desde la más tierna infancia. Esos jóvenes a los 15 años van a tener una conciencia definida, y a los 20 años van a ser funcionales al nuevo régimen.
En esa dirección vamos. Por eso la educación es un gravísimo problema. El otro problema es la inseguridad; tampoco acá hay que atribuirlo a la incapacidad. Vuelvo a decirlo: no despreciemos la incapacidad de nuestros gobernantes, porque existe. No despreciemos la ignorancia, porque existe. Tampoco despreciemos su falta de idoneidad, que existe, pero hay algo más por encima de estas incapacidades: hay un proyecto, que es arrinconar a la población en el miedo. Antes, para arrinconar a la población en el miedo se hacía ver el Estado con sus fuerzas de choque. El Estado, podía arrinconar a la población en el miedo como lo hizo Castro, como lo hicieron los Somoza. Hoy por hoy es más sencillo; hoy se ha democratizado el miedo.
Sólo con permitir que el delito prospere, la población ya está arrinconada, expectante, temerosa, dispuesta a aceptar cualquier signo por mínimo que sea de reacción del Estado con muy buenos ojos.
Por lo tanto tenemos una población adherida a las determinaciones del gobierno en la medida en que el gobierno pasa a ser la última esperanza frente al crecimiento exponencial de la inseguridad. Ese es otro problema grave. En Venezuela ocurre lo mismo: la gente tiene miedo en Venezuela, pero no le tiene miedo al Presidente solamente. Le tienen miedo a los delincuentes, y no a los que están en el gobierno, sino a los que están en la calle. La gente con miedo es candidata para cualquier cosa, y por eso se deja prosperar el miedo. Eso no es mera incapacidad, sino que es un programa de política.
Uno de los errores que cometieron los políticos es haber menospreciado el valor estratégico que tiene la ideología marxista – leninista. Esto es muy importante: Lenin pensó en todas estas cosas y las escribió. La gente que hoy está en el gobierno estudió a Lenin profundamente desde su infancia.
Lenin habló de todo lo que nos está pasando. Lenin estudió trabajos sobre el Estado y la Revolución acerca de cómo hacer; estudió los procesos de tránsito, de la sociedad capitalista y burguesa a la sociedad socialista. ¿Cómo se hace? El lo explica muy bien y es una receta que acá se está aplicando. Pero ¿desde cuándo se está aplicando? ¿Desde ayer, desde una semana? No, desde hace mucho tiempo. Y se hizo seguramente frente a nuestros ojos. Sí, y se sigue haciendo frente a nuestros ojos. La receta de Lenin es avanzar con la burguesía hasta donde sea posible, pero mientras tanto, hay que ir produciendo los cambios desde cada uno de los centros de poder y eso es lo que está ocurriendo.
A la población hay que desenmarcarla de los partidos políticos diferentes y ¿de qué manera se desenmarca a la población? Llevándola a lo esencial: una de las cosas esenciales es el miedo. La gente sabe que el Parlamento no le va a poder resolver el tema del robo en la esquina de su casa, ni del copamiento. Por lo tanto se despolitiza, y al despolitizarse, pasa a ser un cliente potencial de la propaganda oficial. Así que la inseguridad es política, como lo es también la mala calidad de la educación.
Y otro tema que es político es la erosión de las instituciones. Ese es un tema político; no son jugadas que salen mal. Vamos a entenderlo. Uno de los errores que han cometido los políticos es discutir con el gobierno. Fíjense una cosa. Hay un país ficcional y un país real. En el país ficcional hay declaraciones contradictorias, un día se dice una cosa y otro día se dice otra cosa. ¿Qué hacen los políticos opositores? ¿Por qué no hay oposición? Discuten, demuestran la contradicción entre un dicho y otro. Pero, caramba, usted ayer dijo A y ahora está diciendo B, eso es una contradicción. Al otro día se dice C y después se dice A. Los políticos están empantanados en la enumeración de contradicciones. Son como una especie de inútiles detectives de la lógica. ¿Para qué? No tiene sentido; en el país real que es el que habitamos y padecemos no existen contradicciones. El gobierno marxista hace exactamente lo que quiere hacer, diga lo que diga; es coherente con sus objetivos finales.
A mí no me interesa lo que se dice y es contradictorio; me interesa aquello que se dice y que es coherente, y que finalmente se hace aunque el proyecto no se mencione. Por eso no me interesan las contradicciones del gobierno, sino que me interesan las coherencias del gobierno. Y éstas asustan.
Entonces, ¿por qué los políticos no están representando a la sociedad y no pueden hacer una oposición digna o una presión necesaria como la que sería deseable?¿Por qué?, pregunto una y otra vez. La respuesta es clara: están atrapados en un discurso lógico y no se dan cuenta que con el pragmatismo leninista el discurso lógico no cuenta. Para el leninismo en uso hoy es válida una cosa, mañana es válida la contraria. Lo que le interesa es llegar a los objetivos finales de la revolución.
No importa si se dice que sí o que no se van a poner a los militares presos o si se va a gravar o no la tierra; lo que interesa es que finalmente se termina haciendo, aunque se prometa lo contrario. Esto es pragmatismo leninista, cinismo político depurado. Lo que importa son los hechos. No interesa si a todos estos objetivos se va a llegar diciendo que si o que no, lo importante es llegar. Por lo tanto, cuando el gobierno habla, hay que pensar que sí tiene coherencia; las palabras del gobierno notoriamente son contradictorias con el proyecto de hacer una transformación revolucionaria marxista y leninista en el Uruguay. La cuestión es que se trata de un engaño. Eso hay que entenderlo.
Me llama la atención por qué los políticos no lo entienden. ¿Por qué en lugar de convertir al Parlamento en un ámbito de resonancia estéril donde no se consigue modificar un ápice la voluntad oficial, no están hablando de estas cosas con la gente, esclareciendo allí donde es necesario hacerlo?
He aquí una de las razones por las que siento que es muy difícil hoy recordar con orgullo el legado Artiguista; implica un compromiso que no sé si la sociedad hoy tiene los instrumentos para afrontar. Es muy complejo vivir en una situación en la que ha ganado mucho espacio la indiferencia. A veces por escepticismo la indiferencia gana la partida; a veces triunfa el oportunismo. No faltan ciudadanos que ven una oportunidad para crecer en sus carreras, y eso ocurre en todos los ámbitos, sin excepción.
Pienso que hay un desconcierto ideológico, que hay fatiga y estoy convencido también que prevalecen mecanismos de defensa que tienen la virtud de disimular la realidad y de adormecer el consecuente compromiso de enfrentarla. Es comprensible. Aunque no aceptable, es comprensible que no todo el mundo quiera vivir todo el tiempo de manera alerta a los problemas. Pero debemos ser conscientes de que esa actitud implica concederle un espacio cada vez más absoluto al poder del gobierno.
Por lo tanto, ¿qué tenemos que hacer nosotros que venimos a recordar justamente hoy la figura del Gral. Artigas? No otra cosa que tomar conciencia de nuestro deber, no dejar de hacer lo que hacemos, no dejar de pensar lo que pensamos, no dejar de decir lo que hay que decir, no condescender.
Hay principios que para los Artiguistas son innegociables:
La libertad, la soberanía nacional, el imperio de la ley, la decencia pública, la tolerancia ante las diferencias, la buena educación.
Seremos amigos, aliados y camaradas de aquellos que mantengan en alto estas banderas, y los que las menoscaban y pisotean, los que niegan nuestro ser y nuestra tradición, entiéndase bien: no son nuestros adversarios, son nuestros enemigos. Gracias".





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